Buen día lectores, en esta sección de cuentos infantiles les presentaré algunos cuentos de los cuales los he sacado de un libro que se llama Mi libro mágico de cuentos, espero que les guste. Érase una vez un caballero se casó con una mujer muy dura y altanera. Tenía dos hijas de un anterior matrimonio, que se parecían en todo a su madre. El caballero, por su parte, tenía una hija muy dulce y bondadosa. Su nueva esposa, que no podía soportar a la jovencita, le encargaba las tareas más viles de toda la casa. Fregaba de la noche a la mañana y vivía en la miseria, pero no se atrevía a quejarse a su padre. Cuando acababa su trabajo, se acurrucaba cerca de la chimenea y como se manchaba con la ceniza, la llamaban Cenicienta. Pero aun vestida de harapos, era cien veces más bella que sus hermanastras con sus ricas prendas. Un día, el hijo del rey organizó un baile, e invitó a todas las personas importantes de su reino. Nuestras dos señoritas fueron invitadas, pero Cenicienta no; mientras las ayudaba a preparar sus traje, sus hermanastras se burlaban de ella y le preguntaban si le gustaría asistir al baile. La pobre niña era consciente de que con sus ropas remendadas, no podría ir. Llegó el ansiado día; sus hermanastras partieron al baile. Cenicienta sintió que las lágrimas le inundaban. S madrina, que era un hada, apareció como por encanto, y viéndola llorar le dijo: << Si quieres ir al baile, haz lo que te digo: ve al jardín y tráeme una calabaza. Luego, ve a buscar la jaulita de los ratones >>. El hada tocó con su barita mágica la calabaza, y esta se transformo en una carrosa dorada. Los seis ratones salieron de la jaula y fueron convertidos en seis hermosos caballos grises. Una rata que pasaba por ahí, acabo siendo un cochero de grandes bigotes. ¿ Y los lacayos? Con un simple toque de barita mágica, seis lagartijas escondidas entre las plantas se convirtieron en seis lacayos de lujosas libreas que se incorporaron a la carroza. El hada dijo entonces a Cenicienta: << ¡ Así podrás ir al baile!>> Pero, ¿Cómo podía ir vestida de esa manera? Con sólo rozarla con su varita, el hada convirtió sus harapos en un hermoso vestido con adornos de oro y plata; además, le regaló un precioso par de zapatos de cristal. Tras haber prometido regresar del baile antes de la media noche, Cenicienta subió a la carroza llena de alegría. Su madrina le advirtió que, con la última campanada de la media noche, la carroza se volvería convertir en una calabaza, los lacayos en lagartijas, y los caballos en ratones, el cochero en rata y su vestido en harapos. Cuando llegó al castillo, fue recibida como una princesa. El príncipe no tenia ojos mas que para aquella hermosa desconocida que bailaba con tanta gracia. Casi sin darse cuenta, Cenicienta oyó que daban las doce menos cuarto. Entonces se dio prisa para regresar. Dio las gracias a su hada madrina y le pidió que la dejara volver al baile al día siguiente. Así lo hizo. Estaba aun mas hermosa y radiante que la primera vez. El hijo del rey no cesaba de bailar con ella y en su felicidad Cenicienta se olvido de la hora. Al oír la primera campanada de la media noche, salió huyendo a toda prisa. El príncipe, que la seguía solo pudo recoger un zapato de cristal que Cenicienta perdió huyendo. Todavía estaba bajando las escaleras cuando oyó la ultima campanada de la media noche: enseguida se vio de nuevo vestida en harapos. En lugar de la carroza encontró una calabaza.
Regresó a su casa caminando, pero en el bolsillos de su harapiento traje conservó el otro zapato de cristal. Sus hermanas le contaron que una princesa había perdido su zapato en el baile. El hijo del rey lo había recogido y no dejaba de contemplarlo. Seguramente estaba muy enamorado de la hermosa princesa. Pocos días después, el hijo del rey anuncio que se casaría con la muchacha que calzara el zapato de cristal. Todas las damas de la corte se lo probaron, así como las dos hermanastras, pero fue en vano. Como Cenicienta quiso probárselo, se burlaron de ella. El caballero que efectuaba las pruebas la hizo sentar y comprobó que el zapato se ajustaba a su pie sin ningún esfuerzo; el asombro de las dos hermanas fue aun mayor cuando Cenicienta sacó el segundo zapato y se lo calzó. Sus hermanas le pidieron perdón, y Cenicienta, sin rencor, las perdonó. El caballero la condujo ante el príncipe y, poco tiempo después, se casarón.